¿Sabes identificar los factores de riesgo en la conducción? Puede salvarte la vida

Se ha hablado hasta la saciedad de los factores de riesgo que afectan a la conducción, pero no por ello, quien más y quien menos, los obvia en alguna ocasión cuando se pone al volante. Son malos compañeros de viaje y todos hemos oído hablar de ellos aunque pocas veces profundizamos en su conocimiento. Exponer con detalle todo un estudio sobre el riesgo merecería un tratado completo, así que a continuación, intentando no extendernos demasiado, os presentamos una pequeña guía para conocerlos un poco mejor.

A nivel general, aunque existen otros factores complejos, distinguiremos entre tres factores básicos de riesgo.

Generales: Deberían ser idénticos para todos los conductores y quiere decir que como mínimo todos deberíamos saber los fundamentos que otorga la posesión de un permiso o licencia y son el conocimiento de las normas de circulación y señalización, el uso de dispositivos de seguridad y protección o el adecuado mantenimiento del vehículo. Supuestamente todos debemos conocer las normas, usar cinturón o casco y tener en orden el sistema de frenado, dirección, alumbrado, etc, de nuestro vehículo.

Personales : Son diferentes para cada persona. Estado puntual del individuo y características personales, son estado emocional, estado físico y experiencia.

Entorno: Idénticos para todos los conductores. Todos hemos de interactuar con terceros, pero no a todos los conductores nos afectan del mismo modo. Son el resto de vehículos, factor vía y climatología. Los factores generales dan inicio a un correcto proceso en la conducción, y no observar estas circunstancias iniciales supondría un riesgo inmediato en el desarrollo de la actividad.

Dando por supuesto que un conductor conoce la reglamentación que le afecta, usa correctamente los dispositivos de seguridad que su vehículo le ofrece y además mantiene adecuadamente su vehículo, podremos concretar de modo un poco más extenso los factores personales que son causa de la mayor parte de la accidentalidad que se produce en nuestras carreteras y calles. Si no cumplimos con el mínimo exigible de formación para conocer las normas, no utilizamos los dispositivos de seguridad del vehículo o no atendemos al cuidado del mismo, tendremos el accidente casi garantizado.

Suponemos que nadie tiene interés en sufrir un accidente, por lo tanto obviaremos las causas anteriores, y nos centraremos en aquellos factores que pueden sobrevenir a un conductor normal en posesión de un permiso de conducir, que usa adecuadamente su cinturón o casco y que presta atención a revisar su vehículo con cierta regularidad.

Podríamos hacer una división de estos factores personales en tres apartados fundamentales:

-Estado emocional:

En el que puntualmente nos encontramos debido a nuestro momento personal concreto, y es ajeno a la conducción. Podríamos decir que lo “traemos de casa”. Euforia o tristeza, problemas laborales, familiares, sentimentales o económicos que nos mantienen absortos mientras conducimos y nos impiden concentrarnos en la tarea que realizamos. Durante la conducción se pueden producir hechos que amplifiquen el estado emocional que el conductor presentaba. Cuidado con ellos.

Un estado de nervios o agresividad previo por un problema laboral que hayamos tenido, se puede ver agravado si alguien nos hace una mala maniobra o si la hacemos nosotros y recibimos un pitido o nos para un agente de policía para notificarnos una infracción.

Cada persona somos un mundo y hay conductores más proclives a situarse ante la conducción con miedos y temores previos, como los hay que conducen sólo por placer. Las situaciones anteriormente descritas afectan a ambas tipologías de conductores, pero obviamente no a todos por igual.

Al conductor que usa su vehículo por obligación y no disfruta conduciendo, el estado emocional positivo (alegría, buenas noticias, mejoras laborales…) no mejora su disposición ante la conducción pero el estado negativo (problemas personales, malas noticias) degeneran sensiblemente su habilidad como conductor en su relación con el entorno, pudiendo llegar en casos muy puntuales a derivar en una amoxofobia, o miedo a ponerse al volante de un coche.

En el caso del conductor que además de usar su vehículo como herramienta disfruta de su uso y en ocasiones dispone de un segundo vehículo únicamente a modo de hobby, los estados emocionales positivos y negativos afectan de forma muy diferente. El estado positivo puede derivar en una conducción más agresiva o despreocupada, si bien responsable, y el estado negativo puede derivar en conducción agresiva, menos responsable y a veces incluso mostrando desprecio por las normas establecidas.

Ambos estadios conductivos son peligrosos para la integridad del conductor y de terceros. En el primer caso se requiere de un tratamiento específico, y en el segundo será necesaria una reeducación social para evitar esa conducta.

-Estado físico:

Cualquier situación que implique una actividad física como por ejemplo haber realizado deporte o haber finalizado la jornada laboral anteriormente a conducir, produce un desgaste físico que, tal vez a priori, no detectemos. No dormir adecuadamente o durante el suficiente tiempo; sufrir algún tipo de enfermedad o encontrarnos medicados; incluso nuestra propia constitución física, ser atléticos u obesos, incluso altos o bajos, afectará a nuestra forma de conducir, entre otras cosas por la mera forma de sentarnos y adaptarnos a los mandos del vehículo.

De la influencia del alcohol o drogas no vamos ni a hablar. Es una obviedad volver a decir que conducir habiendo bebido o con drogas es un total y absoluto peligro para la circulación y que hacerlo anula por completo los beneficios del mejor de los estados emocionales y físicos, la mayor de las experiencias y el mejor de los entornos.

Una enfermedad física de larga duración o crónica, en determinados casos también puede derivar en variaciones significativas en el estado emocional, agravándose la incidencia de los factores de riesgo de ese conductor por concurrencia y haciendo que, en ocasiones, se haga difícil discernir si estamos ante un factor de riesgo físico o emocional y por tanto dificultando la forma en la que vamos a intentar atajar ese factor.

-Experiencia:

Se define como la antigüedad desde la obtención de un determinado permiso de conducir, la experiencia adquirida con la conducción efectiva de vehículos en distintas condiciones, el conocimiento de la señalización y la inteligencia vial adquirida. La adaptación a sistemas de tráfico diferentes al nuestro o la práctica en el manejo de diferentes vehículos hace que cada conductor cuente con una experiencia diferente a la del resto. Hay conductores que adquieren una destreza especial al volante, manteniendo un elevado control de la máquina y sin embargo son incapaces de circular convenientemente, hay otros sin embargo que son deficientes conductores y son excelentes en circulación. Unos por carecer de control sobre la vía, compensan adaptando su conducción al entorno a “golpe de volante” y otros por carecer de control sobre el vehículo, compensan circulando adecuadamente de forma que no superan el límite que marca su habilidad.

Ambos tipos de conductores ejercen un cierto control del ámbito circulatorio y vial que por si solo es insuficiente. Siempre es mejor el segundo caso. Es menos importante ser un avezado conductor que tener un completo control del entorno y la señalización, siendo ideal el caso combinado, ejercer un elevado grado de control de conocimiento del vehículo y de las normas de circulación.

Desconfía siempre del conductor que manifiesta poseer un elevado nivel de conducción o de aquel que ante una infracción o un accidente del que no quiere asumir responsabilidad, recurre al consabido “llevo muchos años de carné y nunca he tenido un accidente” o “nunca me han denunciado”.

Haber sufrido un accidente o haber sido denunciado no supone necesariamente ser mal conductor como no haberlo sido, no supone ser buen conductor.

– Entorno:

No estamos solos en la carretera. Algunas personas conducen como si estuvieran solas en el mundo sin tener en cuenta que a su alrededor circulan más vehículos y que las maniobras que ejecuta afectan a los demás. No debemos olvidar que nuestras acciones al volante producen un efecto inmediato en el resto de usuarios de la vía.

La circulación densa genera estrés en el conductor y aparece la fatiga, mientras que la circulación fluida, aun siendo el estado ideal de tráfico, si presenta una densidad tan baja como para circular más de un kilómetro sin observar otro móvil, puede dar lugar a la somnolencia que genera la monotonía.

La tipología de la vía también afecta sobremanera al modo en que nos comportamos en la circulación, adoptando posiciones y comportamientos más relajados si la vía nos da sensación de seguridad (vía desdoblada, tramo recto de buena visibilidad y bien iluminada) o actitudes y comportamientos más tensos si la vía tiene mala visibilidad o mal firme, por ejemplo.

Las vías modernas de alta capacidad y tramos desdoblados favorecen a priori la aparición de somnolencia, mientras que las vías sin desdoblar, con mal trazado o mala visibilidad, favorecen la aparición de fatiga. En las primeras esto se corrige colocando bandas sonoras e iluminando de forma interrumpida diferentes tramos y en todo caso, siendo consciente el conductor de que debe aplicar ciertas medidas particulares que impidan esa somnolencia. Por si sola, la vía no puede evitar esta tipología de accidentalidad pero sí muchas otras formas de siniestralidad y por eso en las vías secundarias se producen la mayoría de accidentes, porque en ellas se concentran las diferentes causas mediatas que pueden dar lugar a un accidente y sin embargo en autopistas y autovías modernas, suelen quedar reducidas a la distracción, primando entre estas la somnolencia.

La climatología, por razones obvias. Casi todas las condiciones adversas generan en el conductor fatiga extra a la que la propia conducción produce, mientras que el sol, sobre todo frontal al amanecer u ocaso, suele producir somnolencia.

Los factores anteriores (generales, personales y entorno) producen en todo conductor desde el mismo momento que inicia la conducción un estado mental de defensa conocido como “estado de alerta” que va ser nuestra protección natural ante un accidente de tráfico y en general ante cualquier accidente que pueda sobrevenir en cualquier ámbito de nuestra vida.

Mantener este estado de alerta en el que se conjugan estado emocional, físico, experiencia y entorno, incluso si tenemos el caso de que todos ellos sean óptimos y enfrentemos la conducción en perfectas condiciones, va a suponer que durante nuestra actividad al volante se produzcan distracción, fatiga o somnolencia y estrés. Son inevitables y en mayor o menor medida se van a producir hasta en el mejor de los casos aunque no seamos conscientes de ello.

-Distracción:

Propias/Evitables: Aquellas que se originan por nuestra única acción. Uso del teléfono móvil, cambiar la emisora de radio, fumar o programar el GPS. Son distracciones que voluntariamente podemos dejar de producir, ya que no se trata de estímulos externos fuera de control. La decisión de ejecutar tareas ajenas a la conducción es voluntaria y podemos evitarlas perfectamente sin esfuerzo.

Ajenas/Inevitables: Aquellas que provienen de estímulos externos fuera de nuestro control. No podemos controlar cuándo se van a producir, pero si decidir qué respuesta dar e incluso no dar ninguna. Un anuncio llamativo próximo a la carretera, un paisaje bonito o el niño en el asiento posterior que comienza a llorar.

-Fatiga y somnolencia:

La rutina y monotonía o habitáculo mal ventilado o con una iluminación de los mandos inadecuada, pueden llevarnos a la activación del proceso piloto automático que de no detenernos inmediatamente nos llevaran al accidente casi con total seguridad.

PREVENCIÓN

Para todos los factores de riesgo (recordemos: generales, personales y entorno) podemos y debemos realizar unos procesos de comprobación mínimos, como cuando un piloto hace las comprobaciones de la aeronave antes de despegar.

Valora si estás en condiciones idóneas para conducir y únicamente hazlo si honestamente crees que estás listo.

Generales:

Conduces con frecuencia y por tanto no has olvidado circular, has revisado tu coche recientemente y todo estaba en orden. Antes de salir, vuelve a revisar el alumbrado del vehículo, el estado de los neumáticos y el nivel de aceite y refrigerante. Es importante y no sólo por seguridad; El mejor y más deseado de los viajes puede acabar con el coche averiado durante semanas en un taller.

Personales:

Si consideras que tu estado emocional no es adecuado, párate un momento a pensar. Tranquilízate o relájate, dependiendo de tu estado. Toma unos minutos, si es preciso siéntate y toma un refresco o un poco de agua y piensa que vas a subirte a un automóvil y que la tarea que vas a realizar supone una enorme responsabilidad. Intenta resolver ese problema que te preocupa antes o al menos encontrar un punto de equilibrio. Si estás tan alterado, preocupado o absorto que tu cerebro no vaya a poder priorizar la conducción sobre tus emociones, mejor pide un taxi, un autobús, pide a alguien que te lleve o aplaza el viaje.

Si es tu estado físico el que no puede responder con solvencia, descansa, no hay otra forma. Duerme y repón fuerzas. A veces una pequeña siesta, no más de media hora puede ser suficiente. Recuerda que esto no es sustitutivo de un descanso adecuado y sólo el complemento a las obligatorias paradas que deberías hacer cada dos horas o 200 kilómetros como máximo.

En el vehículo mantén una temperatura constante, pero de vez en cuando abre un poquito la ventanilla, que entre el aire. Intenta variar la velocidad sin dar acelerones ni frenazos, evita las rutinas sin perder la atención. Lleva una música ligera a un volumen que te permita escuchar con nitidez los sonidos de la carretera y si vas con alguien puedes llevar una conversación moderada, evitando tocar temas que puedan alterar o romper ese buen estado emocional que traíamos.

Si durante el trayecto notas que el sueño hace su aparición, no dejes lugar a dar el primer cabezazo ni a que tu piloto automático se active, detente de forma inmediata en el primer lugar habilitado. Mientras llegas a él, baja las ventanillas de coche y reduce la velocidad ostensiblemente. Si el sueño es tal que no puedes controlarlo y cuando eso ocurre nuestro cerebro nos avisa muchas veces, no ignores las señales.

Evita viajar cansado y si es posible, intenta usar el transporte público o aplazar el viaje.

Todos los factores de riesgo son controlables en cierta medida y por eso antes de iniciar un viaje no estaría mal dedicar cinco minutos a meditar sobre nuestro nivel de riesgo y sólo comenzar a conducir si nos hemos dado un aprobado sincero.

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