El aumento de los límites, la consecuencia inevitable

Estamos a 27 números de igualar la cifra de víctimas mortales que a fecha de hoy contábamos el año pasado. Siguen siendo menos, hay que felicitarse. Pocas alegrías, pero ya sabíamos que la reducción de víctimas al cero es imposible, así que poquito a poco, se irá estableciendo una línea de flotación de la que será difícil bajar y a partir de la cual habrá que referenciar el soporte para años venideros.

Tenemos que empezar a acostumbrarnos a escuchar que los muertos en carretera han aumentado, porque en próximas fechas podría ser así. Ya no caben más políticas de seguridad vial, sólo quedan las tres -C- mágicas. Concienciación, carreteras y control. Conciencia de los conductores para respetar. Carreteras adecuadas y no esta suerte de pistas forestales y caminos de cabras en los que cada vez más, se están convirtiendo nuestras vías. Por las convencionales no se puede circular, saturadas o en lamentable estado y por las autopistas tampoco, son carísimas. Y Control, para vigilar y sancionar ejemplarmente aquellos comportamientos irredentos de los que suben a un vehículo estando ebrios, drogados o como si la carretera fuera sólo suya.

Cómo son estos políticos. Ante el anuncio de que el 80% de los fallecidos se producen en carreteras convencionales de doble sentido, la solución consiste en que circule usted por la autopista. Ante el precio de las autopistas… No hay respuesta. ¿Para mitigar el impacto de la accidentalidad en vías secundarias? Pues bajamos la velocidad. Esta es la noticia. –Desciende el límite de velocidad de 100 a 90 km/h.

Particularmente no me parecería del todo mal si sirviera para algo, pero esto vuelve a ser una medida sin ningún fundamento. La DGT como siempre, tiene los datos en sus anuarios. Los accidentes en vías secundarias no se producen por velocidad excesiva, así que otra vez vuelta a buscar la solución donde no está la causa. Ojito, que no he dicho que si todos vamos más despacio, las consecuencias de los accidentes no vayan a ser menores.

No terminan de atreverse a subir de un plumazo el límite de velocidad pero estamos convencidos de que al final será una realidad. Mientras, se justifican hablando del diferencial de velocidad de autopistas y autovías respecto a las vías secundarias, hablando de difusos estudios de contaminación y consumo de combustible y pretendiendo a la postre que todo hijo de vecino use vías desdobladas. No se dan cuenta de que el usuario de la vía desdoblada, lo es por obligación, porque no tiene una autovía que le lleve a su pueblo y va a ser también que el anuncio del aumento en el precio de los carburantes es por nuestro bien. Vaya a su pueblo andando por el caminito verde que va a la ermita, que es muy sano.

En esas están nuestros próceres, buscando el consenso moral entre detractores de la velocidad, quemabrujas y buscadores de trasgos y defensores del aumento de límites, enemigos de radares y zumbados al volante, que también los hay, cuidado. El aumento del límite en autopistas y autovías parece avistarse ya como una realidad. Comprendemos que quieran hacerlo con cautela y hasta lo compartimos, pero háganlo de una buena vez. Es bueno para la productividad del país, para la reducción de los tiempos de desplazamiento y si me apuran, incluso para la sostenibilidad ecológica. El 140 es posible y necesario para elevar el rendimiento del transporte y el espíritu de quien tarda un día completo en hacer un trayecto medio. Los límites variables son factibles y necesarios, como ha explicado Pedro Javaloyes.

Van a descubrir y comprobar que los que queremos ir más rápido y buscamos el 140, no somos los irresponsables que suponen, que siempre hemos estado en el mismo bando y que el consenso siempre ha existido aunque no sepan verlo. También estamos por la seguridad vial y por la reducción drástica de víctimas. Motivo por el que escribimos estas páginas y por el que luchamos. Algunos de ustedes, tantos han sido, llevan un tiempo repitiendo nuestros planteamientos. A veces copiando sin pudor y otras llegando sin saberlo a las mismas conclusiones a las que llegamos nosotros hace años, porque son lógicas, naturales y porque ahora, al fin, se están dando cuenta que son necesarias.

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