Turismo Bilbao

Historia de la ciudad


Las investigaciones de historiadores y arqueólogos concluyen en Bilbao ya existían poblaciones en los márgenes de la Ría antes de su fundación como villa en 1.300. Estos asentamientos se encontraban en parte de lo que hoy conocemos como Bilbao la Vieja (Muelles de La Merced y Marzana y calle San Francisco) así como en la ribera derecha de la Ría, donde existía una puebla marinera de marcado carácter mercantil que sería el germen del Casco Viejo actual. En este punto, hoy podemos visitar la Iglesia de San Antón, donde se pueden apreciar restos de la muralla medieval de Bilbao, y el puente del mismo nombre, símbolo de esas dos orillas que forjaron la ciudad.

Este “Bilbao primitivo” se beneficiaba de su localización, al fondo de la Ría del Ibaizabal-Nervión, en una zona llana próxima al nivel del mar con una ensenada natural para el atraque de los barcos. Además, estaba al lado de la minas de hierro de Mirivilla, era nexo de comunicación a regiones cercanas y la Meseta y nudo de los caminos costeros Cantábricos del Camino de Santiago.

Sobre aquella aldea, Diego López de Haro fundó la Villa de Bilbao un 15 de junio de 1.300. Una década después, María Díaz de Haro, sobrina de D. Diego y nueva Señora de Vizcaya, concedía una nueva carta puebla que ampliaba aún más los privilegios comerciales de la Villa, convirtiéndola en paso obligatorio de todo el comercio de Castilla hacia el mar. También establece que el camino de Orduña a Bermeo, pase por el puente de San Antón, dando acceso directo al mar a las mercancías.

En 1372 Juan I de Castilla deja francas las salidas y entradas de mercancías desde y hacia la Villa, concentrando el transporte de hierro.

Teniendo en cuenta estas circunstancias, historiadores y cronistas coinciden en señalar que el desarrollo económico, social y urbanístico de Bilbao fue veloz y se basó en el comercio, en el puerto, en el mercado semanal y en el hierro de Mirivilla (Miravilla).

A lo largo de los siglos XV y XVI Bilbao consolidó su posición comercial, convirtiéndose en el núcleo económico más importante del Señorío de Bizkaia. Este crecimiento económico fue acompañado de un fuerte aumento de la población. El “Bilbao Primitivo” que surgió con tres calles: Somera o Goiencalle (calle de arriba), Artecalle (calle de en medio o mayor) y Tendería en alusión a la actividad gremial que se desarrollada, necesita ampliar su superficie.

A mediados del siglo XV se constituye el núcleo del Casco Viejo al ampliarse su parte más antigua con otras cuatro calles, lo que originará las “Siete Calles”, nombre que recibe el centro histórico de Bilbao. En la misma zona se alzó la Catedral de Santiago, sustituyendo a la antigua ermita dedicada al Apóstol. El templo, de estilo gótico, es uno de los más emblemáticos de la ciudad.

Estos ensanches, así como incendios e inundaciones han destruido la mayor parte de las casa torre de aquella época y la vieja muralla que rodeaba el Bilbao fundacional. No obstante, hoy podemos descubrir algunos de sus restos en las calles Ronda o en Barrencalle. Lo que sí ha conservado perfectamente el Casco Viejo es su estructura cantonal inicial. Hoy en día estas callejuelas perpendiculares a las calles son paso obligado para descubrir los encantos de esta zona.

Otra particularidad del “Casco” son las cárcavas. Se trata de estrechos espacios de separación entre las casas. Estas estrechas calles se utilizaban en el Medievo para mejorar la ventilación de los edificios, dar salida al agua de la lluvia, desaguar por las ventanas, así como cortafuegos. En el Casco Viejo hay quince cárcavas, las más grandes miden aproximadamente un metro de ancho, otras no pasan de los 40 centímetros. A ellas se accede por pequeñas puertas que hay en los cantones. Para entrar hay que pedir la llave a la comunidad.

A lo largo de los siglos XV y XVI Bilbao consolidó su posición comercial, convirtiéndose en el núcleo económico más importante del Señorío de Bizkaia. En este periodo se reforzaron los intercambios con los puertos del continente y se estableció el comercio con las colonias de América, una aventura migratoria en la que se enrolaron miles de vascos.

En 1511 se constituye el Consulado de Bilbao, que será la institución más influyente de la villa durante tres siglos. Se encargará de ejercer la jurisdicción sobre la ría, así como de los trabajos de mantenimiento y mejora. Gracias al Consulado, Bilbao se convirtió en el principal puerto del Mar Cantábrico.

Pese a la profunda crisis que se da en la economía europea en el XVII, Bilbao-Bizkaia logra mantener su crecimiento ya que se encuentra en el punto de mira de las grandes compañías marítimas comerciales de Inglaterra y Holanda. Los puntos a favor: el hierro, la lana y la flota mercante.

Comercio, industria y navegación proporcionan a Bilbao una riqueza que favorece el nacimiento de una burguesía local y nuevos desarrollos urbanísticos debido al aumento de población.

La historia urbanística de Bilbao durante estos siglos (XVI-XVIII) parte de tres catástrofes naturales (dos inundaciones y un incendio) que asolan la villa en menos de cuarenta años y que reducen prácticamente a escombros la trama medieval de la ciudad. Comienza entonces una amplia remodelación urbana. Se elimina la muralla y las edificaciones pasan de la madera a la piedra, un material más resistente y menos peligroso.

Este nuevo Bilbao se desarrolla en torno a la calle Bidebarrieta, la “gran vía” de la época que comunicaba Santiago (actual calle Correo) con el Arenal. Esta última zona es la preferida por la burguesía adinerada, así como por los mercaderes holandeses e ingleses afincados en la villa.

Un siglo más tarde, en el XVIII, el dinamismo económico y social persiste. Se edifican mansiones burguesas y arquitecturas notables, como la iglesia barroca de San Nicolás o el Palacio Yohn (La Bolsa).

Es también a finales de este siglo cuando Bilbao salta la Ría y se expande hacia Abando, buscando nuevos espacios para una población que sigue aumentando.

Las guerras marcan las primeras décadas del siglo XIX. Durante la Guerra de la Independencia (1808-1813), los franceses, ocupan diversas localidades vascas, pero no Bilbao, foco de resistencia. El 6 de agosto de 1808, se produce una sublevación contra Napoleón Bonaparte, y el 16 de agosto, se toma Bilbao por la fuerza. La ciudad cambia de manos varias veces durante ese año.

Por otra parte, las Guerras Carlistas que asolaron España durante el siglo XIX tuvieron como principal escenario el País Vasco. Bilbao, liberal y económico era un objetivo primordial. El general Tomás de Zumalacárregui, intentó tomar la villa en 1835 pero fracasó, así como Baldomero Espartero al año siguiente. Al final, en la Tercera Guerra Carlista, en abril de 1874, Bilbao fue sitiada y no fue liberada hasta el 2 de mayo de ese mismo año de manos del general Concha.

Pese a todas estas contiendas, Bilbao prosigue su desarrollo. El 1 de marzo de 1863 el ferrocarril llega a Bilbao, a la estación de Abando donde hoy podemos ver a “la Izarra” una de la seis locomotoras que estrenaron las vías de un tren que refuerza la importancia de Bilbao como centro económico y financiero.

A partir de 1875 comienza una época de desarrollo sin precedentes, basada en la explotación de las cercanas zonas mineras, el comercio y la actividad portuaria. De forma paralela, surge con fuerza una importante industria siderúrgica y la construcción de buques se convierte en un elemento fundamental del crecimiento económico.

En este siglo también surgen el Banco de Bilbao (1857) y el Banco de Bizkaia 1901), símbolos de pujanza y, a finales de siglo, la Bolsa (1890).

La transformación de la ciudad y su entorno fue radical. A la expansión económica le siguió la urbanística. Es en el XIX cuando se emprenden algunos de los mayores proyectos de la Villa y se levantan muchos de sus edificios más representativos. Bilbao crece hacia la zona de Abando e inicia su primer proyecto de ensanche. Se crean alamedas, calles rectilíneas y paseos y su renovada arquitectura da paso al Bilbao moderno. La Plaza Nueva, el actual Ayuntamiento o el Teatro Arriaga, inspirado en la Ópera de París, son algunos de sus nuevos emblemas.

A comienzos de siglo XX, Bilbao es la gran referencia económica del País Vasco y una de las más importantes del Estado. En 1900 se fundan los astilleros Euskalduna (situados en el solar que hoy ocupa el Palacio de Congresos del mismo nombre) y 1902 se crea Altos Hornos de Vizcaya (AHV) la mayor empresa del estado español durante gran parte de este siglo y que surge gracias a la fusión de varias empresas siderometalúrgicas de Bizkaia El crecimiento espectacular de Bilbao, viene acompañado de un importante desarrollo cultural, que se verá interrumpido con la Guerra Civil (1936-1939).

El 31 de agosto de 1936, aviones franquistas realizan la primera incursión en la ciudad y arrojan ocho bombas. Unas semanas más tarde, el 25 de septiembre, Bilbao y otras poblaciones cercanas son el blanco de cien proyectiles. El ejército alemán regresa al día siguiente arroja bombas incendiarias. Durante esas fechas, varios miles de niños fueron evacuados hacia Inglaterra, Bélgica y la Unión Soviética.

En mayo de 1937, Bilbao fue asediado, hasta el 19 de junio cuando el teniente coronel Putz hizo volar todos los puentes y se tomó la capital desde los montes Malmasín, Pagasarri y Arnotegui.

Finalmente, las tropas franquistas se apoderaron de Bilbao, una vez bombardeado y destruido, merced a una traición, el llamado “Cinturón de Hierro” que rodeaba Bilbao, cuyos restos todavía pueden verse en los montes de la zona de Lezama. Era el fin de la territorialidad del primer Gobierno Vasco y se inauguraba una larga posguerra para la Villa.

Acabada la contienda la ciudad y tras una dura postguerra, la ciudad retomará su capacidad de creación de riqueza, convirtiéndose en un gran polo de atracción para muchos inmigrantes que llegaban a trabajar en la floreciente industria bilbaína. El paisaje urbano e industrial de la Villa volverá a modificarse para afrontar una acelerada expansión, que desborda a la ciudad y se extiende por los municipios vecinos, en ambas márgenes de la ría del Nervión, constituyendo el actual Gran Bilbao.

Sin embargo, tras su auge económico, a finales del siglo XX la industria siderúrgica entra en una profunda crisis que obliga a la ciudad a repensar los fundamentos de su desarrollo económico. En 1988 se cierran las instalaciones de uno de los emblemas de esta época: los astilleros Euskaduna. Sus trabajadores se resistieron durante años al cierre y protagonizando manifestaciones y duros enfrentamientos con las fuerzas de orden público que tuvieron como principal escenario el cercano puente de Deusto.

En la actualidad el Palacio de Congresos Euskalduna, los diques, la grúa Carola y la caseta de bombas que forman parte del Museo Marítimo Ría de Bilbao son el símbolo de la industria naval de Bilbao.

En pocos años la Villa y los municipios de su entorno se verán obligados a afrontar la difícil reconversión industrial y a gestionar sus consecuencias negativas. Se ejecutan infraestructuras como el Aeropuerto, Superpuerto, la Solución centro y Solución sur que se suman a otros importantes proyectos como: la Autopista Bilbao-Behobia y la Refinería de Somorrostro.

A las puertas del siglo XXI, la capital vizcaína apuesta decididamente por las nuevas tecnologías y por el sector de servicios. Se afronta el difícil reto de transformar la sociedad industrial en una ciudad de servicios de calidad.

A finales del siglo, y con motivo de la reconversión industrial, Bilbao tiene que dar un cambio radical a su economía. Después de años de incertidumbre económica, la Villa recupera su dinamismo y se convierte en una ciudad de servicios, volcada en su regeneración medioambiental y urbana. Los terrenos industriales son el espacio de una transformación espacial (Abandoibarra) premiada internacionalmente y que ha situado a Bilbao como un potente destino turístico.

El gran emblema de este “Nuevo Bilbao”, es el Museo Guggenheim Bilbao, diseñado por Frank Gehry pero han sido más los factores que han contribuido a esta regeneración y profundo cambio. A lo largo de 25 años, Bilbao ha ido mudando su piel industrial y rehabilitando zonas emblemáticas de la ciudad. Uno de los grandes los logros ha sido la recuperación del casco histórico tras las brutales inundaciones de 1983. Hoy en día, el Casco Viejo es un espacio turístico de primer orden que conservar las tradiciones y señas de identidad de la ciudad. No dejes de visitar esta zona, donde es imprescindible callejear, mezclarse y disfrutar de unos pintxos regados con buen vino.

Además del brillo del titanio de Guggenheim, Bilbao suma a su transformación urbanística, la medioambiental de la mano de la recuperación de la Ría, alma de la villa, testigo mudo de su historia, eje de comunicación y comercio. El costo de esta operación ha sido de 800 millones de euros, unas 6 veces mayor que la construcción del Museo Guggenheim, y se ha financiado a través de un incremento en las tarifas por el consumo de agua.

El saneamiento de estas aguas ha permitido que Bilbao y sus gentes vivan mirando a esta arteria fluvial y que los proyectos urbanos más importantes se construyan en unas márgenes que se han convertido en uno de los espacios más sofisticados de Europa, donde se dan cita edificios y obras de los mejores arquitectos y artistas del mundo, unos magníficos paseos de ribera donde además se puede disfrutar de infinidad de actividades de ocio, deporte y cultura.

Completan el proyecto estratégico de la transformación de Bilbao: los nuevos puentes, el metro, el aeropuerto y el tranvía. Estas infraestructuras, muchas de ellas diseñadas por grandes arquitectos (Norman Foster, Santiago Calatrava…), constituyen una excelente red de movilidad que conecta Bilbao y sus barrios con las comunidades limítrofes y el ámbito internacional.

La principal característica de los bilbaínos/as, es sentirse orgullosos de ello, ser de Bilbao es lo mejor, este orgullo de pertenecía nos ha dado fama en el mundo y nos hace tema de chistes, historias y sucedidos. Tales son las señas de identidad de los bilbaínos que en tu visita a la ciudad te verás sumergido en esta emoción y orgullo, un montón de cosas te harán descubrir el Bilbao Auténtico.

En Bilbao tenemos nuestro propio, mapamundi, un tipografía propia, un diccionario de bilbaínadas y el mejor alcalde del mundo.

Curioso es que hubiera una ley en el s. XVIII, que castigaba la ingratitud de los ciudadanos. Bilbao es tan grande que sólo se puede utilizar un mapamundi para representarlo.

El alfabeto bilbaíno surgió como necesidad de crear una familia tipográfica que asumiera la tradición popular de trazar un tipo particular de escritura para inscripciones. Su origen está en las estelas funerarias. Son letras austeras muy utilizadas a mediados del s. XX en la rotulación comercial.

Otra de las señas de identidad de la Villa, es la baldosa. Ha ido pavimentando las aceras desde los años 20 - 30, se fabricaban en la calle Mena. Las primeras baldosas eran de hormigón salpicadas con viruta de hierro y arena gruesa, muy pesada y dura con la finalidad de que la gente no resbalara en los días de lluvia. Se ha reproducido en toda clase de objetos: relojes, pins, llaveros, ropa, piezas de joyería y pasteles, podrás llevártela como recuerdo de la Villa anudada al cuello en su pañuelo de fiestas.

Al champán o al cava, se le denomina “Agua de Bilbao” desde comienzos del s. XX, cuando los vascos hacían gala de su fanfarronería allá donde fueran, diciendo que “el champán se bebía como agua”.

Diccionario bilbaíno: al bilbaíno se le distingue por vestir la camiseta del Athletic a la menor ocasión, por fanfarrón, y por el vocabulario que utiliza.

Esculturas, bustos, placas conmemorativas, calles, escritos, poemas…recuerdan a bilbaínos y bilbaínas que han dejado su impronta en la ciudad en campos tan diversos como la literatura, la música, el deporte…o que han contribuido al progreso y mejora de la villa.

Dos nombres aparecen ligados a los orígenes de Bilbao, el de Diego López de Haro, fundador de Bilbao que da nombre a la calle principal de la ciudad: la Gran Vía y cuya escultura podemos ver en la plaza Circular y el de su sobrina, María Díaz de Haro, que revalidó la carta de Fundación a Bilbao, siendo considerada cofundadora de la villa, da nombre a una de las vías más largas del Ensanche bilbaíno. En esta emblemática zona también encontramos la Alameda Mazarredo, dedicada al almirante José de Mazarredo Salazar, considerado el mejor táctico del siglo XVIII.

De esta época, Bilbao recuerda a dos mujeres: la escritora teatral María Elvira Barnechea y Morante y la benefactora María Josefa Patricia Muñoz y Jarabeitia que dejó todos sus bienes a la Santa Casa de Misericordia y el Santo Hospital Civil de Bilbao. Una calle del Casco Viejo lleva su nombre.

El siglo XIX habla de legado artístico y grandes obras caritativas. El teatro Arriaga, el conservatorio de música y un monumento en el exterior del Museo de Bellas Artes, honran al destacado compositor Juan Crisóstomo de Arriaga. Sus extraordinarias cualidades naturales (se le llama el Mozart español) le permitieron tocar el violín a los tres años, componer a los once el octeto “Nada y mucho” y a los trece la ópera en dos actos “Los esclavos felices”.

En cuanto a obras caritativas, Casilda de Iturrízar, conocida como Viuda de Epalza tras el fallecimiento de su marido, se ganó por derecho que la villa le dedicara el parque más amplio y céntrico de la ciudad. Una calle y un monumento también recuerdan a esta ilustre Señora de Bilbao que repartió su cuantiosa fortuna en obras culturales, benéficas y hospitalarias.

En la labor humanitaria otra mujer sobresale sale con nombre propio, Rafaela Ybarra que se dedicó a la asistencia social a las jóvenes doncellas desamparadas. En 1894 creó la institución ‘Los Ángeles Custodios’. Su labor fue premiada con la beatificación en 1984.

Pero las damas bilbaínas del XIX, no sólo se ocuparon de la beneficencia, también dejaron su impronta en el mundo de las artes: La soprano Josefa Cruz de Gassier, cosechaba grandes éxitos en los escenarios de España, Francia, Reino Unido, Estados Unidos y Cuba, María Elvira de Abaitúa Allende Salazar, fotografiaba escenas de la vida la vida cotidiana, dejando para la posteridad una obra gráfica que hoy podemos admirar en el Museo Vasco y la poetisa Matilde Raimunda de Orbegozo sobrecogía la villa con versos de marcado carácter religioso.

Su primo Miguel de Unamuno, es uno de los grandes nombres de la historia de Bilbao. Considerado uno de los mayores exponentes de la literatura española, nació en el Casco Viejo, donde una plaza y un busto le recuerdan. El 29 de septiembre, se conmemora el nacimiento de este intelectual perteneciente a la generación del 98.

Una amplia calle y una escultura en los Jardines Albia rinden homenaje en Bilbao a Sabino Arana, considerado el padre del nacionalismo vasco. Tras haber militado en el movimiento carlista, fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895. Dejó plasmada su ideología en más de 30 obras poéticas, 14 libros políticos y literarios y más de 600 artículos en prensa.

En otra céntrica plaza, la de Moyúa, encontramos la estatua del que fuera primer lehendakari vasco en el exilio. José Antonio Aguirre, militante del PNV, se vio obligado por la guerra civil a huir a Francia y Estados Unidos, donde presidió la sede del ejecutivo.

De finales del siglo rescatamos un nutrido grupo de poetas Rosa Bustinza y Ocerin, Primitiva Unzueta y Landeta y Angela Figueroa, esta última poetisa forma parte junto a Blas de Otero, Gabriel Celaya y Gabriel Aresti, de la generación de poetas vascos de la postguerra.

El recuerdo a Blas de Otero, uno de los principales representantes de la poesía social de los años 50 se rastrea en varios puntos de la ciudad. En la calle Egaña nos encontramos con su figura hecha piedra y uno de sus poemas más conocidos “Pido la paz y la palabra”. Una calle del barrio de Deusto también rinde homenaje a su memoria.

Gabriel Aresti, uno de los escritores euskaldunes más brillantes del siglo XX y el principal innovador de la poesía en euskera también es recordado en Bilbao. Un monolito en el parque de Doña Casilda y una avenida perpetúan la memoria de este escritor que como miembro de la Real Academia de la Lengua Vasca (Euskaltzaindia) defendió activamente la creación de un idioma común unificado (el euskera batúa).