A falta de que las grandes disrupciones como el vehículo autónomo finalmente lleguen, lo que sí podemos comprobar es una continua evolución en los sistemas y elementos tradicionales, basados en una doble característica: La integración de sensores (para captar información de su entorno), y en el envío de esta información para su gestión e interpretación en sistemas centrales que puedan aprovechar los datos para mejorar el servicio ofrecido a los ciudadanos.
La idea es conseguir aprovechar y utilizar mejor los recursos. Por ejemplo, convertir los tradicionales conos (necesarios para separar, marcar o delimitar zonas), en conos conectados, con sensores (que pueden detectar, por ejemplo, los vehículos que pasan por una zona, o el estado de la vía o meteorológico, o muchas otras cuestiones). De esta forma, un mismo elemento cumple más funciones, y por tanto, resulta de mayor utilidad sin que ello requiera un incremento de coste muy excesivo.
En esta idea es una de las que se están trabajando dentro del ambicioso proyecto DGT 3.0, que ya ha implantado este tipo de conos para en diferentes zonas y vías, y están trabajando en ampliar estas funcionalidades a otros elementos que se puedan colocar en la vía.
El concepto es sencillo, y la implantación no es demasiado compleja, siendo el trabajo real ofrecer un valor añadido, ver realmente cómo mejorar la vida de ciudadanos, o el tránsito de vehículos gracias a contar con este tipo de información adicional (u otra que se pueda conseguir).
Lo que está claro es que caminamos hacia un entorno donde cada vez más el uso de sensores (para captar información), sistemas de comunicación móviles (para enviarla) y servicios de procesado y uso de esa información (para ofrecer el valor útil de los datos, y hacerlo llegar a los usuarios), nos están acercando hacia el entorno conectado que se vislumbraba hace unos años.
Fuente: Tecnocarreteras