Con condiciones ambientales adversas, como lluvia o niebla, la información visual se reduce, la discriminación de contornos es peor, el riesgo de deslumbramiento aumenta y existe una pérdida sustancial de la percepción del color.
Esta realidad tiene consecuencias: una parte de las colisiones que se producen en las carreteras podrían deberse a problemas de visión del conductor. Además, el sistema visual de los mayores experimenta varios cambios fisiológicos: aberraciones corneales o esféricas, modificaciones del radio de curvatura de la córnea y del gradiente del índice del cristalino…
Las condiciones mesópicas de iluminación propician numerosos cambios en la función visual que atenúan, en cierta medida, el alumbrado público, la iluminación del tablero de instrumentos del automóvil, una amplia variedad de signos y señales reflectantes, por gafas especiales… Dispositivos imprescindibles como los faros de los vehículos permiten iluminar la carretera y el resto de la escena, y posibilitan la conducción nocturna. Pero, a su vez, pueden producir efectos contraproducentes por deslumbramiento en otros conductores, reduciendo el contraste de la imagen retiniana y deteriorando la visión del color provocando una pérdida de la resolución espacial.