El IPC sigue apretando los bolsillos de los hogares y los precios sufren subidas, hasta el 8,7 % anual con el que cerró mayo. Una diferencia de cuatro décimas con respecto a abril y una subida mensual del 0,8 %. Los carburantes continúan desbocados, y “será necesario un control exhaustivo de las ayudas que se han dado a las gasolineras, porque esa bajada subvencionada, en la mayoría de los casos, ya se la han comido y la han vuelto a repercutir en el usuario”, considera Joaquín Pérez, secretario general de USO.
Así, la subida mensual de los transportes es del 14,9 %, debido principalmente a los carburantes. También la energía del hogar sube, un 17,5 %. Pero, con todo, “y siendo productos muy básicos, aún hay productos que nos preocupan más. La alimentación se ha disparado, la propia estadística destaca que no había registros de una subida tan drástica. Urge revitalizar el campo, y también que esas ayudas a los costes de producción lleguen a los agricultores y ganaderos. Ante la amenaza de hambruna mundial, no nos podemos permitir que un campo como el nuestro se abandone por no poder trabajarlo”, advierte Pérez.
El pan y los cereales; la leche, el queso y los huevos; y la carne son los productos que más suben, disparando los precios de la alimentación un 11 %.
Mayor conflictividad laboral
Con todos estos datos, el cruce con los de salarios es inevitable. Y ahí “nos encontramos una negociación colectiva estancada, con solo 145 convenios firmados en el primer cuatrimestre del año. Un ritmo que no se corresponde siquiera con el peor año de la pandemia, cuando la imposibilidad de reunirse rebajó la firma a 927 anuales. Nuestros representantes sindicales no quieren firmar subidas irrisorias, y el estancamiento de la negociación colectiva, con una subida media del 2,40 % en los que se firman, nos llevarán inevitablemente a un aumento de la conflictividad laboral, como ya estamos viendo durante las negociaciones de convenios históricos, como los del Metal en el norte del país”, anuncia el secretario general de USO.