El paro ha bajado en 49.260 personas en mayo y en todas las comunidades autónomas. Además, mejoran los datos en todas ellas con respecto a 2022, excepto en Melilla, y se bate récord de afiliaciones en la Seguridad Social, con 20,8 millones de cotizantes medios, 200.000 más. Entonces, ¿hay motivos para hablar de que el empleo bien? “Hay algunas cifras muy buenas, y nos alegramos de ello. Sin embargo, hay otras que nos preocupan. Y son, por ejemplo, los ocupados registrados en el SEPE”, apunta Joaquín Pérez, secretario general de USO.
Más ocupados solicitando empleo
“Este mayo ha sido el mejor desde 2008 en cifra total de parados registrados. Sin embargo, ningún mayo, salvo en plena pandemia, ha habido tantos ocupados solicitando empleo, casi un millón. Para buscar una cifra parecida, y aún menor, tenemos que remontarnos a lo peor, de la crisis, 2011, con más de 4 millones de parados y 960.000 buscando un mejor empleo. Es muy sintomático de la calidad del trabajo que se tiene hoy en día que la cuarta parte de los demandantes de empleo figuren como ocupados”, explica Pérez.
Ahí, por ejemplo, “se incluyen las personas que tienen un contrato en vigor pero en realidad no están trabajando, como ocurre con los trabajadores fijos discontinuos. Otro síntoma de que el empleo sigue siendo precario son las afiliaciones a la Seguridad Social. A pesar del número medio histórico de cotizantes, no ha cambiado la temporalidad: las bajas llegan los viernes y el último día de mes, con lo que siguen siendo habituales los contratos por días y, con suerte, por meses”, lamenta el secretario general de USO.
Todo ello, además, con una contratación que ha bajado con respecto al año pasado y de la cual “solo la tercera parte de los indefinidos lo son con jornada completa y continuos. El resto trabaja por días o semanas, o con jornadas de unas horas”.
Por ello, Joaquín Pérez aboga por “no alegrarse de las cifras del empleo al peso. Es muy positivo que haya menos parados y más cotizantes a la Seguridad Social, pero es igual de cierto que hablamos de menos trabajo en su conjunto y, por lo tanto, de menos salarios. Unas horas a la semana o unos días al mes no dan para vivir. Y, si los avances tecnológicos han reducido realmente la carga de trabajo, el debate hay que abrirlo en rebajar la jornada completa, no en tener a los trabajadores cobrando la mitad de SMI y computar como empleado. Quizás ya no hay que pensar en una jornada de 40 horas como jornada completa”.