Cada año los automovilistas españoles nos preguntan si es una casualidad que siempre, coincidiendo con la Semana Santa, sube el precio de las gasolinas, o por el contrario este hecho se debe a una maniobra intencionada del Gobierno para llevarse un “buen aguinaldo”.
Sea como fuere, lo cierto es que las variaciones que sufren tanto las cotizaciones del mercado del petróleo como de la divisa con la que pagamos, no se trasladan de inmediato al precio que los automovilistas pagamos al final en las gasolineras. Y ello es debido a varias factores.
En primer lugar, la imposición fiscal es la principal razón para que el precio de los carburantes no baje
tanto como el del petróleo. Además del IVA , la gasolina soporta el impuesto Especial sobre Hidrocarburos que está dividido en tres tramos: estatal, autonómico y especial.
En segundo lugar, el precio de venta al público de un combustible no depende directamente de la cotización del petróleo, sino de la cotización de ese combustible en los mercados internacionales.
Y otro factor hay que encontrarlo en las propias petroleras que según aprecia la Comisión Nacional de la
Energía (CNE) suelen utilizar estrategias de fijación de precios común de la gasolina y el gasóleo.