El despliegue de comportamientos violentos puede suponer un importante riesgo para la salud y seguridad de las personas cuando esa violencia se produce en el trabajo. La violencia sufrida en el ámbito laboral es un problema al que se le va prestando una atención creciente. La violencia en el trabajo incluye, además de las agresiones físicas, las conductas verbales o físicas amenazantes, intimidatorias, abusivas y acosadoras.
El problema es que la mayor parte de las manifestaciones de la violencia en el lugar de trabajo están centradas en los abusos verbales y las amenazas. Estos incidentes se presentan como los más comunes. A diferencia de las agresiones físicas, el impacto de este tipo de conductas violentas es difícil de determinar y demostrar por parte de la víctima.
Clasificación de sucesos que responden a violencia en el trabajo
Pueden clasificarse los sucesos violentos en tres grupos en función de quienes son las personas implicadas y del tipo de relación existente entre ellas:
- Violencia tipo I. Se caracteriza este grupo porque quienes llevan a cabo las acciones violentas no tienen ninguna relación legítima de trato con la víctima.
- Violencia tipo II. En estos casos existe algún tipo de relación profesional entre el causante del acto violento y la víctima.
- y violencia tipo III. En este tipo de violencia el causante de la misma tiene algún tipo de implicación laboral con el lugar afectado o con algún trabajador concreto de tal lugar.
Existen algunos factores que pueden incrementar la posibilidad de que se produzcan actos violentos. Los más significativos se asocian:
- al entorno de trabajo, economías inestables, zonas deprimidas y zonas con alto índice de criminalidad.
- al propio trabajo, estilos de gestión rígidos, autoritarios, presiones para incrementar la productividad, plantillas inadecuadas, trabajos en solitario o en pequeños grupos y trabajos que implican intercambio regular de dinero con clientes.
- y a las características del perpetrador, inestabilidad psicológica, ausencia de responsabilidad individual e insatisfacción con servicio o producto.
Políticas de no violencia en la empresa
La empresa debe adoptar una política de no violencia, en el sentido de no permitir que existan acciones de intimidación, amenaza, daño ni entre empleados ni en la relación entre clientes y personas trabajadoras. En tal sentido, ha de asegurarse una persecución enérgica de hechos o conductas violentas.
Para ello, han de analizarse tanto los factores del entorno y del lugar de trabajo como de los propios procedimientos de trabajo, en la medida en que, en ocasiones, pueden permitir que los incidentes de violencia sean planificados. Por otra parte, tal análisis, ha de tener en consideración el tipo de establecimiento de que se trata y el tipo de servicio que se oferta.
Así, los factores del entorno:
- Localización geográfica del centro de trabajo o del lugar de prestación del servicio: zona urbana, rural, centro de núcleo de población, extrarradio, características socioeconómicas del entorno, etc..
- Diseño del lugar de trabajo.
- Iluminación: tanto en el interior del edificio o local como en el exterior; zonas de aparcamiento.
- Visibilidad: del exterior del local al interior y viceversa.
- Las medidas preventivas concretas que pueden adoptarse variarán en función del tipo de establecimiento, tipo de producto o servicio ofertado, etc. Y también en función del tipo de violencia que más probabilidad se tiene de sufrir en el lugar de trabajo.
La violencia, silenciada en los centros de trabajo por la falta de denuncias
Los casos de violencia en el trabajo no suelen denunciarse y es muy complicado el reconocimiento del origen laboral de sus consecuencias en la salud de la víctima. Aún no existe un organismo u observatorio a nivel nacional que reciba las denuncias y haga un estudio estadístico de la violencia en el trabajo a nivel estatal. Por ello, solo tenemos datos de organismos profesionales u observatorios de comunidades autónomas, como es el caso de Euskadi.
El Observatorio Nacional de Agresiones a Sanitarios de la Organización Médica Colegial (OMC), que agrupa a los 52 Colegios de Médicos de toda España y se puso en marcha hace nueve años, ha presentado los datos de violencia registrados en su profesión en 2018: ascienden a 490 casos, de los que el 59% corresponden a personal sanitario femenino.
Las agresiones registradas suponen un descenso del 4,8% respecto a 2017. Ese año se produjeron 515, lo que revela una moderada disminución de estas conductas violentas y supone un ligero cambio de tendencia.
Los datos que se presentan anualmente desde 2010 emanan de las comunicaciones que el personal médico que ha sufrido una agresión transmite a sus respectivos Colegios. Estas cifras permiten disponer de una hoja de ruta común y conocer a fondo el mapa de la agresión en sus múltiples formas: edad, sexo, especialidad, entorno asistencial, ámbito de ejercicio, características del agresor, efectos colaterales, escenarios jurídicos y respuestas desde tribunales, al disponer de una casuística cercana a los 4.000 casos.
La Asociación Profesional Nacional de Vigilantes de Seguridad, Especialidades y Guardas Rurales, ARSEPRI, ha publicado los datos de las agresiones a vigilantes de seguridad en 2019, siendo el resultado 7 fallecimientos y 210 agresiones.
La violencia en el trabajo, ausente de forma estricta en las estadísticas de siniestralidad laboral
En la estadística de la siniestralidad, dentro de la desviación que produjo el accidente “Sorpresa, miedo, violencia, agresión, amenaza, presencia”, se notificaron 9.252. De ellos, 4.469 fueron producidos por personas ajenas al centro de trabajo.
El impacto de un incidente violento es muy variable. Depende de la naturaleza y gravedad del incidente y de quién haya sido el sujeto pasivo del mismo. En cualquier caso, las situaciones de violencia generan una serie de consecuencias sobre la persona trabajadora que es preciso tratar.
Las consecuencias pueden manifestarse en sentimientos de cólera o ira, en una desconfianza general frente a personas extrañas, en ataques de pánico y ansiedad, conectados al miedo de que el evento violento pueda volver a producirse. Pueden darse sentimientos de indefensión, aislamiento, vulnerabilidad, culpabilidad.
Y, asociado a todos ellos, suele producirse sintomatología física relacionada con el estrés.
Desde USO, reiteramos nuestra exigencia para que el Gobierno de España ratifique el Convenio 190 sobre la eliminación de la violencia y el acoso en el mundo del trabajo, y la Recomendación 206 sobre violencia y acoso, que entró en vigor el pasado mes de junio aprobados tras la ratificación de los gobiernos de Uruguay y Fiji.