En su rueda de prensa de cada semana (es como los entrenadores de fútbol), el incesante Pere Navarro ha presentado una nueva campaña de la DGT. Esta vez se trata del irreverente, insalubre y peligrosísimo hecho de fumar en los coches, mire usted, que ya se ha perdido a estas horas la cuenta de la mortandad que provoca este vicio solitario e insaciable, como el onanismo. Aunque lo que seguramente le apetecería es quitarles cuatro puntitos del nuevo carnet, que tan felices nos va a hacer, o 300 euracos a los “putos irresponsables de mierda que pipan mientras conducen” (las comillas representan el contenido pensamiento hipotético de Pere), esta vez el director general de Tráfico se ha presentado condescendiente. De acuerdo a la terminología habitual en la prensa hoy en día, ésta sería una campaña blanda, prohibicionismo de baja intensidad o bien voluntad de tolerancia no cero.
Autor: Mario Ornat
Vamos al caso. Con ese verbo untuoso que tanto le gusta, reloj de pulsera en la mano derecha, ha advertido que de momento no va a prohibir fumar en sus propios coches a los españoles. Aunque, eso sí, lo desaconseja. Porque si no puede prohibir, a Pere le gusta aconsejar y apelar al “sentido común” de los conductores, que como ya quedó establecido antes somos una recua de hijos de puta, bien asesinos o bien suicidas, que alegremente nos dedicamos a repasar diariamente el catálogo de imprudencias posibles para cometer cada uno la que más cachondo le ponga, y así hacerle los porcentajes a Pere.
Sin embargo, dice la información de El Mundo, la máquina de encuestas de Pere (que debe guardar en la cocina, en ese espacio ambiguo que queda entre la freidora y la cafetera) refleja que un 77% de los españoles estarían dispuestos a prohibir fumar en el coche. Lo de la máquina es cosa del autor del blog, no lo dice la información. Lo demás, sí. Aquí se mezcla opinión e información, que también lo hace Gabilondo en prime time y le dicen maestro de periodistas. Yo llegaré lejos, porque un director adjunto con gafas de periodista de raza ya me advirtió cierto día que estaba violentando los géneros periodísticos. Aquí viene la opinión: la gente es así. Está hasta los huevos de libertades y ahora quiere que le controlen hasta lo que come. Cada vez hay más adeptos a la sumisión… Pero no, a Pere todavía no le pasa por los cojones prohibir lo de fumar. Que no le apetece, oiga. El hombre tiene sus razones. Ha aportado ésta: “No nos gusta la imagen de la Guardia Civil persiguiendo a los fumadores”. Qué argumento. Esa imagen debió de ser un sueño húmedo que le ocurrió alguna noche.
Según la máquina de porcentajes que Pere guarda en la mesilla, le da que las distracciones tienen la culpa del 39% de los accidentes de circulación en este país de naciones. Es un porcentaje alto, si consideramos que hay que repartir el 61% restante entre el exceso de velocidad, la manía de no llevar el cinturón abrochado, las trompas que agarra el pueblo llano antes de ponerse al volante, el teléfono móvil y las sillas de los niños, sólo por hablar de las principales y más costosas. ¿Da para todo ese 61%? ¿No quedamos que esas nombradas eran las causas principales? Si una causa menor que no requiere prohibición ocupa el 39% del total, ¿cuánto ocupan las primeras? Pere sabrá. A nadie en ningún medio de comunicación se le ha ocurrido sumar porcentajes. Pero claro, ese tipo de cosas ya no se llevan en los medios. Pensar, digo. Se pone lo que ha dicho el tío y listo. Eso es menos grave que violentar los géneros. Estoy de acuerdo. Es incluso menos grave que no saber escribir, no distinguir las categorías gramaticales o no dar una noticia en la vida.
Para mí que el reparto no sale porque, sólo en el rubro ‘distracciones’, por ejemplo, a Pere Navarro le da una gráfica según la cual fumar mientras se conduce no es la más peligrosa de todas las distracciones posibles. O sea, que hay una subdivisión con su propia jerarquía. Por eso no la prohíbe y sólo “aconseja”. Hay otras peores, recuerda en tono admonitorio, y mucho más peligrosas. Da tres ejemplos así, como al aire, como el que silba. A saber: usar el teléfono móvil (que síiiiiiii, Pere, que síiiiiii), buscar una ruta en el navegador y… CAMBIAR LA MÚSICA. Así que ya lo sabe usted amigo conductor. El día que Pere se levante con el pie cambiado prohíbe los radiocd’s y los navegadores. Como se sabe, mucho mejor que los navegadores es no saber dónde va uno en una ciudad desconocida, pegar frenazos repentinos para tomar una calle sobrevenida, cambiar de carril violentamente al descubrir el lugar de destino, o pararse a preguntarle al peatón que pasa cerca, interrumpiendo la circulación. Hay que asumir que Pere sabe siempre a dónde va, por supuesto no pipa en el auto y desde luego no oye música. Y si la oye, es porque se la cambia un propio que lleva a la derecha. O se detiene unos minutos en el arcén y busca el número de la pista que le apetece. Luego sigue conduciendo. Después vuelve a pararse, y cambia de nuevo. Y así tantas veces como haga falta. Porque una cancioncita no puede ser tan importante como para sufrir un accidente. Desde luego, si es de La oreja de Van Gogh no merece la pena cambiar: son todas iguales.
En un futuro pluscuamperfecto, Pere podrá ir suprimiendo todas y cada una de las posibles distracciones que aquejan al conductor y que éste abraza con ese desahogo contra las leyes, el respeto a la vida, los valores morales y el sentido común que caracteriza a esta pandilla de hijos de puta que conducen y no sirven más que para abonar impuestos de circulación, multas, garajes, zonas azules, parquímetros y gasolinas. Entre esas distracciones que deben ser combatidas por Pere no habrá que olvidar algunas como el hecho de hablar mientras se conduce, desde luego el de canturrear (excesivamente feliz como para no despistarse), el hecho siquiera de pensar, que es adictivo y despista una barbaridad, el hecho de hablar con otros pasajeros, el hecho de mirar por el retrovisor para hablarle a los niños, el hecho simple de los niños (¿no sería posible esterilizar a los conductores, digo?), porque los niños suelen preguntar cosas y hay que responderles, desde luego el hecho de los propios pasajeros, que deberían estar prohibidos o bien habrá que convenir que van contra el sentido común, el hecho de comer caramelos, el hecho de mascar chicle porque hay que desempapelarlo, el hecho de beber agua de una botella porque beber despista, el hecho de mirar las señales de tráfico, que aunque poco también despistan porque hay que apartar los ojos de la carretera… poner las cortas o las largas, darle a los intermitentes, conectar el ESP y la seguridad pasiva del coche, activar los limpiaparabrisas…
Así hasta el infinito. Pero ya se sabe que este hombre y su máquina de porcentajes desconocen los límites numéricos. Temo que el generoso y atribulado Pere Navarro le dará un día la vuelta al marcador de su propia cabeza y concluirá que el único modo de alcanzar la verdad es prohibir los coches, que son el meollo de la cuestión porque son el cuerpo del delito y también el escenario. Y si no se pueden prohibir los coches porque, claro, las empresas automovilísticas se van a molestar, prohibirá a las personas que conducen los coches. Y no sólo habrá un carnet de conducir por puntos, sino también un carnet de identidad por puntos. Y si usted contraviene las normas, que irán siendo definidas sobre la marcha de acuerdo a las maquinitas de Pere, la autoridad competente le deducirá puntos irrecuperables. Así irá perdiendo usted poco a poco la identidad, hasta que no le quede nada y tenga que examinarse de nuevo y hacer la ELE con la conciencia. Entonces será usted un mierda, sí. Pero también un ciudadano cojonudo.
Fuente: http://ornat.blogia.com/2006/033001-el-consejito-de-la-semana…-por-pere-navarro.php