Calles desnudas de señales, rayas blancas y bordillos acogen al visitante incauto que se adentra en las ciudades del norte de Holanda, en la remota provincia de Frislandia. Como peatón o ciclista es un auténtico placer: las calles han recuperado su función social, los coches se comportan de manera civilizada y el tránsito de las personas, sea cual sea su medio de locomoción, es más que fluido. Entre tanto, el automovilista, sorprendido ante la inesperada situación, se ve obligado a activar los cinco sentidos y evaluar por sí mismo cuál es la solución más adecuada.
En los pastos del norte de los Países Bajos se ha gestado una auténtica revolución vial. Hartos de ver fracasar las estrategias tradicionales, en Frislandia han adoptado un enfoque radical. Llevan casi quince años retirando señales de tráfico y semáforos, borrando líneas separatorias, eliminando bordillos y sustituyendo el asfalto por un pavimento uniforme, creando así un espacio único y compartido por todos en pie de igualdad. El nuevo enfoque va más allá de reducir la velocidad en la ciudad, ampliar aceras e introducir rotondas. El objetivo es que la calle parezca un lugar peligroso, para así hacer que los conductores sean más prudentes.
«Con el viejo sistema, se trata a la gente como si fuera tonta, como si no entendiera nada. Así, la gente conduce no como personas, sino como trenes, siguiendo un raíl. Ahora se trata de darles responsabilidad». Quien así habla es Hans Monderman, el principal profeta de esta nueva corriente, un ingeniero de caminos al que muchos tomaron por loco hasta que, como asesor provincial de gestión del tráfico, pudo poner en marcha sus revolucionarias teorías en la ciudad de Drachten, en 1989. Y funcionaron. Desde entonces, la experiencia se ha extendido a más de cien puntos en la provincia de Frislandia y en otras ciudades del país.
La clave reside en el contacto visual. «Son todos iguales, se trata de gente, independientemente de si va a pie, a dos ruedas o a cuatro», explica Monderman. «Si tienes que establecer contacto visual con la gente para ver sus intenciones, la velocidad se reduce de inmediato y los conductores se comportan de manera más social. Te miran y te entienden. ¡Hay tanta información en el lenguaje corporal, mucha más que en el aluminio de las señales!», exclama Mondermans.
En las zonas en que se ha optado por este nuevo enfoque, el número de accidentes se ha reducido hasta niveles «muy bajos, los inevitables», dice, y los puntos negros han desaparecido. Afirman que en algunos casos se reducen los tiempos de conducción, al evitar esperas innecesarias en los semáforos, por ejemplo.Ylos comercios de las calles afectadas lo han agradecido, porque la calle ha dejado de ser un elemento hostil.
De momento, este enfoque se ha aplicado en el casco urbano de ciudades de tamaño mediano, aunque también en Amsterdam hay zonas libres de señales y rayas divisorias, al estilo del Arco del Triunfo parisino.
El último avance ha sido aplicar la teoría en un cruce de Drachten, en un punto por el que cada día pasan más de 20.000 coches y miles de peatones y ciclistas, con una rotonda que no se eleva más que un bordillo, desnuda de señales, en la que los conductores se ponen de acuerdo con la mirada sobre los turnos de paso. Monderman ha abandonado la gestión del tráfico en Frislandia y se prepara para extender sus ideas por toda Europa a través de varios proyectos piloto.
En España la nueva corriente no tiene demasiados adeptos, todavía, pero los expertos ya empiezan a cuestionarse la utilidad de los millones de señales que adornan calles y carreteras. El Real Automóvil Club de España afirma: «Cuando el mensaje de las señales no es creíble, los resultados están a la vista. El problema viene cuando la limitación está realmente justificada por el riesgo existente y los conductores tampoco la respetan».
Fuente: La Vanguardia
Una prueba de estos sistemas son los pueblos pequeños, en el sur de España hay todavía muchos pueblos de 500 – 1000 habitantes sin señales de trafico, sin pasos de peatones, con calles estrechas que solo cabe un coche sin señalizar la prioridad… y doy fe que se puede circular o ir andando. ¿Pero en una ciudad de 100.000 personas?
¿alguien se acuerda cuando conduciamos por las carreteras sin radares? ¿Y cuando la Guardia Civil se dedicaba a parar a locos y cuidar del tráfico en vez de estar escondidos detrás de una piedra para pillar?… ah que tiempos aquellos…
¿Por qué estamos permitiendo que estos Stalinistas nos quieten la libertad? ¿por seguridad? ¿qué seguridad? la de sus bolsillos llenos.
Lo permitimos porque hay que reconocer que estos gobiernos que hemos tenido la desgracia de padecer hay una cosa que si que han hecho muy bien, aborregar al pueblo.
El otro día tuve una charla cabreante con un borrego de esos que dices Alvaro, hablábamos sobre si era moral eso de que te multen a 121, y él solo sabía decir «es que se han salvado muchas vidas» y yo le decía que no estábamos discutiendo eso, sino que si era moral el pisotear los márgenes de tolerancia y multar a 121, y el erre que erre volvía a lo mismo «es que se han salvado muchas vidas»
Lo dejé por imposible, porque si no me lo repitió media docena de veces… y ya estaba a punto de darle una yoya fascista en todo el hocico… es lo que tiene eso de ser socialista convencido. (beeeeeeee)