Sin duda decepcionado por la decisión del Gobierno de dar marcha atrás con la astracanada del límite a 110 por hora, Pere Navarro, le enviaba un mensaje a sus jefes que era a la vez una confesión de parte: “Ya no sé qué más se puede hacer para reducir la siniestralidad”, admitió.
Eso, que debería haber bastado, por lógica y por ética, para que presentase su dimisión irrevocable, nos da pie, sin embargo, para sugerir, al director que haya de venir, un camino virgen: el de la formación. Hasta ahora, nadie, ningún director general de Tráfico de los últimos 20 años ha apostado por ella. Todos han preferido ir a lo fácil, a la demagogia en unos casos, al tremendismo y la «casquería» en otros, o a la demonización de la velocidad y la manipulación en general de las cifras y la estadística durante la ya extinta -gracias a Dios- era de Pere Navarro. En pocos días sabremos quién será el nuevo responsable del Tráfico en nuestro país, una persona que tiene ante sí un importante reto y una gran oportunidad para llevarlo a buen puerto: apostar de una vez por la formación.
Siempre he defendido que todo tiene su recorrido, sus límites. Y que en un mundo tan cambiante como el que vivimos hay muchas cosas, cada vez más, que han de ser tratadas de manera selectiva, minuciosa, detallada y huyendo de las generalidades. El tráfico y sus misterios son una de ellas. Lo he hablado con Pedro y con Josema, también con mis ex-compañeros de AUTOMOVIL y con otros miembros de la profesión, con mi hermano Manolo, especialista en el tema de las páginas de EL PAÍS, y con pilotos de la talla de Luis Pérez-Sala o Luis Villamil por poner unos ejemplos. En todos los casos llegábamos a la misma conclusión, siempre contraria a la política imperante, fuese del color que fuese: el secreto está en la formación, en que los españoles mejoremos nuestra cultura automovilista y nuestras aptitudes y actitudes al volante. Y eso sólo se logra evolucionando el sistema docente y apostando por la formación, asignatura pendiente de la DGT.
La corriente actual, la del miedo y la represión, la de echar la culpa siempre a los ciudadanos del incremento de las víctimas del tráfico rodado está agotada. Miguel María Muñoz Medina, el conocido como “4M” fue quien abrió el fuego de la manipulación, de la demagogia y de la demonización con su famoso «efecto túnel» o «cataclismo perceptivo y sensorial», cosas que yo no he experimentado ni siquiera probando el Renault F1 de Fernando Alonso.
Alumno aventajado
Y Pere Navarro no ha sido más que su alumno aventajado durante estos casi ocho años de «persecución», apoyado de manera incondicional por Alfredo Pérez Rubalcaba. Durante todo este tiempo, con los dos mandatos de Muñoz-Repiso incluidos, se ha destinado el dinero que debería haberse invertido en formación, a la realización de anuncios tremendistas llenos de «casquería», en políticas arbitrarias, en demonización del automóvil y en manipulación de cifras para legitimarse a la hora de poner radares, generando la corriente antivelocidad en la opinión pública que hoy impera. Así, los que no cumplían los límites de velocidad -en autopista y autovía sobre todo-, se convertían en la única causa de los accidentes mortales de tráfico, en los artífices de todos los males al respecto. El exceso de velocidad está presente en menos del 2% de los accidentes con víctimas. Esa es la realidad y la gran verdad omitida por Pere Navarro, la que se ha vuelto contra él a final de su mandato.
La otra, la que le ha dejado sin ideas, ha sido la de manipular las cifras -Pedro Javaloyes, su azote durante todo este tiempo, lo ha demostrado desde aquí, desde elantirradar.com, muchas veces-, sin tener en cuenta que el recorrido de la estadística tiene sus límites, y que la manipulación de las cosas también. Cuando todo vuele a su ser, es decir, cuando vuelves a comparar los datos con la misma regla que te sirvió para manipularlos, como le ha pasado, la propia estadística se vuelve en tu contra. Por eso, en los últimos tiempos, a pesar de que ha habido menos desplazamientos, por la crisis, por la subida del precio de los carburantes, etcétera, hemos asistido a repuntes en las cifras de siniestralidad. Repuntes generados, sobre todo, durante fines de semana con climatología adversa, con complicaciones a modo de lluvia, niebla, nieve… ¿Por qué? Pues pura y simplemente porque a los conductores españoles nos falta formación. Conocimientos para desenvolvernos correctamente al volante, con pericia.
Esa pericia que se sólo se adquiere con la práctica, con la repetición de ejercicios, ejercicios concretos, los que se imparten en los cursos de conducción, que siempre he dicho que son el equivalente a un postgrado universitario. Porque conducir es la asignatura más importante de nuestra vida. Y el saber no ocupa lugar en este sentido para sobrevivir en la jungla diaria. Un conductor formado es un conductor seguro, que toma decisiones correctas a tiempo, que se mueve con soltura en el medio porque lo conoce, lo domina, al margen de que llueva o truene, de que el asfalto esté seco o mojado, tenga nieve o hielo. Controla siempre la situación y a su automóvil porque ha sido programado para ello, a través de la formación adecuada, esa que el sistema docente actual no permite -a menos a día de hoy- que se reciba en las autoescuelas.
La gran ocasión
Esta es la oportunidad que tiene el nuevo Director General de Tráfico ante sí, la oportunidad de poner en positivo el automóvil y a los automovilistas, a todos los ciudadanos que utilizan el coche a diario, que somos muchos. Es la ocasión de hacernos olvidar estos tiempos oscuros que hemos vivido, los de la falsedad del 110 km/h, los de la trampa de las cifras. Es la oportunidad para recordarnos que el automóvil no es una máquina de matar como algunos nos han querido hacer creer, sino un instrumento que ha traído mucho progreso a la sociedad y ha mejorado la capacidad del ser humano para transportarse y comunicarse. Porque a la postre, bien utilizado, con la formación, la responsabilidad y la pericia adecuadas, es un una maquina maravillosa nacida para hacernos disfrutar, para estar a nuestro servicio y hacernos la vida más fácil. El secreto, la oportunidad, están, pues, en la formación. Esperemos que el nuevo gobierno, el que hoy preside Rajoy, no lo pase por alto, y que quien se estrene en la «nueva» DGT lo tenga claro.