Un radar escondido, agazapado en el arcén, echándole fotos al vehículo infractor en una larga línea recta, sin peligro aparente, en plena C-14, en dirección a La Selva del Camp. Es un ejemplo de detector de velocidad ubicado en un punto kilométrico en el que no hay peligrosidad. Y así sucede con buena parte de los 41 radares que este verano están instalados en carreteras de la provincia, lo que arroja una pregunta:
¿Tienen los radares una auténtica función preventiva para reducir la velocidad en los puntos negros o el sentido de su emplazamiento responde a criterios recaudatorios?.
Esto último es lo que piensa Jordi Jané, diputado en el Congreso por Tarragona y portavoz de CiU en la Comisión sobre Seguridad Vial y Movilidad en el Congreso. Impulsó una proposición aprobada por unanimidad en la que se insta al Gobierno a colocar los radares en aquellos tramos de carretera donde haya una mayor historia de accidentes de tráfico, y anunciándolo con anticipación.
Porque en un punto peligroso la gente va despacio y no se recauda dinero si se pone un radar, y si uno se despista se deja los dientes y punto… esa es la mentalidad de la DGT