Ramiro espera con el casco bajo el brazo, luces encendidas y tiras reflectantes puestas sobre el pantalón. Antes de salir, observa la bici del invitado. Toma un par de llaves Allen, toca el freno, ajusta la rueda y da permiso al pasajero para empezar la ruta. Este chico de 30 años es uno de los miembros de ‘En bici por Madrid’, un colectivo que impulsa el uso de la bici como transporte urbano. Lo hacen de una forma muy sencilla: acompañan a otras personas al trabajo o al centro de estudios los sábados por el trayecto más seguro y cómodo.
Escoltas, se podría decir, de aquellos ciclistas que solicitan un pequeño ‘empujón’ para lanzarse al uso de la bici en ciudad. Y que gracias a la determinación de estos guías voluntarios pretenden cambiar los hábitos sociales. Poco a poco. De forma individual, altruista y con la paciencia destinada a los grandes logros.
Los ciclistas urbanos aún representan una minoría a nivel estatal, pero el flujo subterráneo que los arropa (mayor aceptación ciudadana, reconversión de los espacios públicos o apartados legislativos concretos) es una corriente en auge que empieza a notarse en el día a día.
“Acude todo tipo de gente y por razones diversas”, afirma Ramiro. Para él, desplazarse en bici fue una mezcla de ahorro económico y de una costumbre que venía de la Universidad. Lo que le dio el espaldarazo definitivo para ayudar a los demás fue un accidente en el verano de 2014 mientras pedaleaba. No tuvo consecuencias físicas, pero le hizo reaccionar de forma activa y pacífica. Contra la “violencia vial” de algunos conductores, decidió ayudar con formación. Ahora guía a otros ciclistas indicando qué posición adoptar en la calzada, cómo señalizar y la forma más segura de transitar entre coches. “He aprendido mucho sobre los miedos de la gente a la hora de salir a montar en bici y sobre la forma de hacer presión contra la impunidad de los automóviles”, asevera.