Alberto y Ana son un matrimonio que lleva casado quince años. Después de años viviendo de alquiler consiguieron ahorrar el dinero necesario para comprarse una casa a las afueras de la ciudad. Alberto, hombre ahorrador, creyó que la mudanza la podía hacer el mismo, utilizando para ello la baca de su automóvil.
Sin pensárselo dos veces, Alberto, utilitario y los muebles iniciaron la andadura, con tan mala suerte que en plena autopista uno de los ganchos de sujeción a la baca se soltó, saltando un armario por los aires y estrellándose con un coche recién estrenado que seguía tranquilamente su marcha.
El resultado es imaginable: la colisión del armatoste contra el vehículo le costó a Alberto la nada despreciable suma suma de 6.000 euros , que fue lo que costó la reparación del coche siniestrado. Su compañía de seguros no le reembolsó ni un duro, ya que los daños causados por los objetos transportados en su vehículo estaban excluidos.
Como el protagonista de nuestra historia miles de automovilistas españoles utilizan sus vehículos para hacer pequeñas mudanzas sin saber que los seguros, generalmente, no cubren esta eventualidad.
Para remediarlo tendrían que pactarlo expresamente en el propio seguro del vehículo o contratarlo a través de una póliza de responsabilidad civil personal o de hogar, o bien acudir sencillamente… a una empresa especializada en mudanzas.
muuuuuuuy curioso… e interesante..