Posiblemente fue el comprobar el caos circulatorio que suele existir en la ciudad de México, propiciado entre otras razones por el elevado número de vehículos, el que llevó a Carlos Gershenson, de la UNAM, a desarrollar un innovador sistema de semáforos autónomos, capaces de ponerse automáticamente en color rojo o verde en función del tráfico de cada momento.
La idea del proyecto se basa, al igual que otros sistemas que cada vez tienen más en cuenta las formas de autoorganizarse del mundo animal, en cómo se organizan las aves cuando vuelan, que se están adaptando constantemente a entornos cambiantes. Inicialmente, el proyecto se centra en entornos pequeños y controlados, funcionando de forma no centralizada, teniendo en cuenta los elementos inmediatos para evitar atascos en las calles posteriores.
En cuanto a la parte más técnica, únicamente se precisa que cada semáforo cuente con una cámara y un software de visión artificial, que permita detectar el número de vehículos existente en cada zona, así como su movilidad, y con esa información tomar la decisión más oportuna (sobre si poner el semáforo en rojo o en verde).
Las ventajas de implantar un sistema de estas características, son las asociadas a una mejor gestión del tráfico y por tanto a una reducción de los tiempos de desplazamiento: Mejoras ambientales (menos contaminación de los vehículos), mejoras económicas (menos gastos de los vehículos, y más tiempo para otras actividades), y mejoras de salud (directas, evitando atascos y problemas que conllevan, e indirectas, al tener una ciudad menos contaminada). Sin duda, iniciativas que hay que apoyar, porque pueden suponer un importante beneficio con una inversión muy reducida.
Fuente: Tecnocarreteras