Carga un poquito que, para justificarse y sacudirse las pulgas de encima, los jerifaltes de la Dirección General de Tráfico, y también algunos políticos (ejemplo: el peculiar Pepiño Blanco) arremetan siempre contra alguien o contra algo, porque aceptar que ellos puedan tener una parte de responsabilidad es cosa que no cabe en estos seres celestiales subidos en la gloria de su cargos. El Pere de la D.G.T. todo lo apaña con el sonsonete de «velocidad inadecuada» de los conductores. ¿Áteme esa mosca por el rabo! El Secretario socialista echa la culpa a las autonomías que cuidan malísimamente sus carreteras, pues una mayoría de accidentes ocurren en carreteras secundarias.
Menos mal que un juez (esperemos que no sea solo uno) ha imputado al Estado una parte de responsabilidad en un accidente, por el mal estado de la calzada; y que la ministra de Fomento, haya reconocido que precisa mejorar y reparar muchas calzadas.
Acabáramos. En el anterior Código de Circulación, un artículo ¿sería el 110?, se despachaba diciendo que el conductor ha de ser siempre dueño de la marcha y responsable de casi todo. Aquí también los jueces, generalmente, supieron distinguir. Conozco casos concretos. Como quien circulando por autovía y autopista desde La Coruña a Madrid, (no eran vías secundarias), a menos de los ciento veinte kilómetros por hora permitidos, dio un salto en un profundo socavón (no señalizado de ninguna manera) reventando la rueda y cascando la llanta. O el del funcionario que del trabajo a casa, se encuentra bajo las ruedas a un ciclista que, se había caído hacia el centro de la calzada, en el momento de pasar el vehículo, que lo arrolló, produciéndole la muerte. El juez entendió lo que había pasado, dejando libre de toda culpa al conductor. ¿Imprudencias? Parece que no siempre el conductor es el culpable.
El tráfico se ha incrementado extraordinariamente. Muchas carreteras no están preparadas para ello; el Estado haría bien destinando buena parte de lo mucho que recauda de los vehículos automóviles en mejorarlas (pagamos por todo, por andar y por estar quietos, por estar en la calle, o bajo cubierto). Y en poner más vigilancia «humana» en ellas, que ya está bien de tanto «autómata» que no resuelve más que sacar dinero, sin entrar en más detalles; y habría muchos que comentar. Y menos anuncios y declaraciones amenazantes, que tanta prepotencia molesta. Y menos «comodines». ¿De acuerdo, señores de la D.G.T.?
Fuente: La Razon
Autor: Cano Brustenga